El rapto de Marah by Dale Van Every

El rapto de Marah by Dale Van Every

autor:Dale Van Every [Van Every, Dale]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1949-12-31T16:00:00+00:00


SEXTA PARTE

I

Marah se levantó centímetro a centímetro de la harapienta manta extendida sobre el suelo de tierra. El primer gris del amanecer se coló por la entrada, pero todo estaba todavía a oscuras en la casa de Quachake. Permaneció cuidadosamente encorvada para evitar rozar las pieles putrefactas de ratas almizcleras y la piel de grasa de oso rancia que colgaban del techo sobre su cama. Durante los pocos días que había estado allí ya se había familiarizado con cada elemento de aquel terrible cuchitril más que con cualquier otro lugar que hubiera conocido.

Antes de dar un paso, tocó con un pie descalzo el suelo para asegurarse de que no dejaba caer todo su peso sobre una astilla de hueso, o una cáscara de nuez o unas hojas de mazorca o cualquier otra cosa que pudiera crujir o romperse entre la basura que cubría el suelo alrededor de la hoguera, y antes de dar otro paso paró de nuevo para escuchar la respiración de Nocumthau. La anciana dormía a saltos, y cuando se despertaba era más desagradable de lo habitual. Si la despertaba, armaría tal escándalo que sin duda le impediría tomar su baño de la mañana, el único momento de consuelo del día de Marah. Una peculiar circunstancia agravante de su existencia como cautiva era el burlón y en ocasiones amenazante sabotaje de todos sus impulsos hacia la higiene.

Sin apenas atreverse a respirar, pasó a rastras junto a la durmiente Nocumthau y junto al camastro vacío de Quachake hasta llegar a la entrada. Allí se inclinó con un escalofrío para evitar tocar la cabellera de Sally Lynn que colgaba sobre la puerta y salió. El aire del exterior era más limpio solo por contraste con el fétido interior del wigwam. Con la repentina llegada de cientos de indios, el creciente campamento había contaminado todo el valle. El frío amanecer olía penetrantemente a una mezcla de carne putrefacta, excrementos de caballo, cenizas húmedas y heces humanas. Si lograba sobrevivir, siempre recordaría los olores de su cautiverio con más intensidad incluso que los golpes.

Ella sobreviviría. Su determinación era como un juramento al que dedicaba cada parte de su ser. El estallido de cólera que la había embargado cada segundo desde el momento en el que levantó la mirada y vio el hacha de Quachake partiendo el cráneo de Sally seguía dándole fuerzas para soportar todos los golpes, para sufrir cualquier degradación, para esperar pacientemente, aunque ese era el peor tormento de todos, fingir siempre una docilidad que la asqueaba. Con una astucia desesperada, trazaría un plan y burlaría a sus adversarios con una impecable sumisión, para conservar así las fuerzas suficientes y poder vivir su reencuentro con Colby.

Un silencio inquietante envolvía el campamento indio. El estruendo de toda la noche de tambores, canciones y gritos había cesado. Ya no se escuchaban los agudos gritos del nuevo cautivo. Como siempre que no estaba bajo vigilancia, Marah sintió el impulso de huir. Aunque tan solo lograra estar unas cuantas horas sola en el fresco y verde refugio del bosque, ya sería suficiente recompensa para correr el riesgo.



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